jueves, 16 de octubre de 2008

En ocasiones, hay que mirar 2 veces...

Se habían visto miles de veces, cruzado por la calle, saludado, incluso habían hablado alguna que otra vez. Estudiaban en la misma facultad, compartían muchos amigos, se cruzaban en la cafetería, en los pasillos, en la parada de colectivo. Se habían visto. Pero nunca se habían mirado.
Un día como cualquier otro, por algún extraño motivo, comenzaron a charlar, a saber de sus vidas. Dejaron atrás cualquier conversación trivial que podrían haber tenido anteriormente, y sacaron un pedazo de sus almas para mostrarla por completo, sin maquillajes. Se miraron, realmente se miraron. No el cuerpo, no lo superficial, sino todo aquello que raras personas pueden ver; cómo el "dedal" escondido al costado de los labios, vieron los destellos del alma salir por los poros, en las palabras, en los suspiros, en los ojos... Se miraron profundamente.
Ya no eran los mismos, habían cambiado, al menos el uno para el otro, habían cambiado. Habían logrado ver a través del muro, a través de la piel. Y se veían distinto. Eran dos personas, una la de la imagen, otra la del alma.
Por un momento ella estuvo a punto de preguntar "Gabriel?". Con muchas ganas de escuchar un "si..." que sabía, él no diría. No porque no fuera "Gabriel", sino porque simplemente no podía saberlo. Por otro lado, quien sabe?, quizas algo de ese nombre le recordaría vidas pasadas, quizas algún gesto en él, alguna mueca, le haría saber a ella que si lo era.
Si bien aún sentían miedo de volver a abrir sus corazones (ambos tenían heridas abiertas), tuvieron muchos de esos encuentros "casuales", en los que pasaban horas hablando, contandose todo sobre sus vidas, intentando no pasar ningun detalle por alto.
Ella lo sintio como un niño dulce, un niño que necesitaba alguien que lo cobije, que lo mime, que lo tratasen con cariño, con ternura... Y sin embargo era todo un hombre, mas hombre que muchos con los que le había tocado encontrarse. No un hombre en el sentido del típico "macho", sino mas bien maduro, pensante, y aún asi, sensible, simpático, divertido de una forma un tanto retorcida, ironica.
Se sentía un tanto maravillada.
Él no estaba del todo seguro de lo que pasaba, se sentía raro, le parecía extraño poder sentir ese grado de conocimiento, de cariño, por alguien a quien temporalmente no conocia tanto. Pero de pronto se dio cuenta que eso no le importaba tanto.
La miro, entera, como quien descubre algo nuevo, con un leve brillo en sus ojos; la miro profundamente, intentanto respirar un poquito de sus aires, absorver un pedacito de su vida.
Por algun motivo que ella no comprendia, él la admiraba. En realidad ambos eran parecidos en ese sentido, ninguno se consideraba lo suficientemente valioso, a pesar de que lo eran.
Nunca supieron bien, que los llevo a hablar ese día. Se sucedieron 5 "casualidades" para que se miraran. Entre ellas, un auto se estaciono frente a ellos, con el volumen alto, y sonando "te vi..., te vi..., te vi... yo no buscaba nada y te vi..."
En ese momento, se le electrizo todo el cuerpo, tuvo esa sensación de que se le subía el corazon a la boca, casi como queriendo salirse. Hizo el intento de ver el punto brillante en el hombro izquierdo, pero él se sento al lado suyo, de forma que no pudo.
Pasaron horas hablando en ese banco de plaza.
Esa noche, ella se fue a dormir pensando " lo encontre...?"

Pregunto: ¿Crees en las casualidades?

¿Alguna vez sentiste el "conocer a alguien de toda la vida"?


Nota: La canción es "Un vestido y un amor" de Fito Paez.

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